La entrada de Hitler en Austria, según las memorias del mariscal Keitel


A las seis de la mañana del día 12, el Führer y yo salimos de Berlín; él quería participar en la entrada triunfal en su patria y acompañar personalmente a las tropas. Aparecimos en el puesto de comandancia del comandante en jefe de las divisiones que marchaban hacia Austria, el general Von Bock, quien nos informó del recorrido de las tropas y de las rutas de entrada, puesto que, naturalmente, el Führer quería estar allí para dar la bienvenida a sus tropas. Fue allí donde tuvo lugar la famosa conversación telefónica con Mussolini, después de que el Führer le hubiera hecho llegar una carta escrita a mano a través de un emisario, justificando sus acciones, y felicitó a Hitler; a continuación Hitler pronunció la memorable frase -“Duce, nunca le olvidaré por esto”- una exclamación que repitió varias veces.

A medio día, pasamos en coche por el lugar de nacimiento de Hitler, Braunau, aclamados por sus habitantes con un interminable rugido de bienvenida. Nos mostró sus escuela y la casa de sus padres. Estaba visiblemente emocionado por todo aquello. Redondeamos la tarde en la segunda ciudad de Hitler, Linz, junto al Danubio, tras habernos retrasado por el camino en cada ciudad y pueblo por las tropas que avanzaban y por las multitudes que nos rodeaban en medio de una celebración salvaje. Ya era entrada la noche cuando llegamos a la ciudad junto con el ministro austríaco Seyss-Inquart -canciller federal desde el día 11- que se había unido a nosotros en las afueras; allí, desde un balcón del ayuntamiento, Hitler se dirigió a una gran muchedumbre apiñada abajo en la plaza del mercado. El ambiente de toda la manifestación era increíblemente eléctrico y emocionante; yo n había visto nada similar y estaba profundamente impresionado. Había pensado que era poco probable que hubiera tiroteos o algo semejante cuando nuestras tropas entraran en el país, pero un recibimiento como aquel era algo que jamás hubiera soñado. Permanecimos allí todo el día siguiente, domingo; Hitler estaba tremendamente preocupado por los detalles administrativos de la unión, y durante la tarde hubo un breve desfile de las tropas austríacas y alemanas enfrente del hotel Weinzinger en Linz. 

Al día siguiente llegó nuestra gran entrada en Viena, después de que nos detuviéramos a mediodía en Saint-Pölten. No fue hasta bien llegada l anoche cuando pudimos dormir en nuestro hotel (el hotel Imperial), donde de nuevo tuve una habitación que daba a la calle; la densa y amontonada multitud de abajo no parecía cansarse de rugir y de corear: “¡Queremos ver a nuestro Führer! ¡Queremos ver a nuestro Führer!”. Hubo después aquella tarde un desfile de las tropas alemanas y austríacas, que sucedió al histórico discurso del Führer ante la vasta multitud reunida en la plaza del castillo, y que concluyó con la frase:


“Anuncio al pueblo alemán que mi patria austríaca ha retornado al Gran Reich Alemán”. 

Esa misma tarde volamos de vuelta desde Viena a Múnich; aquel vuelo antes del atardecer ha sido el espectáculo más sobrecogido y extraordinario del que jamás haya sido testigo; Hitler se dio cuenta de mi embeleso y, con lágrimas en sus ojos, tartamudeó unas simples palabras:


“Todo eso… todo eso es alemán de nuevo”.

Hitler In Seiner Heimat - Heinrich Hoffmann
Hitler In Seiner Heimat










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